Vidas paralelas VI by Mestrio Plutarco

Vidas paralelas VI by Mestrio Plutarco

autor:Mestrio Plutarco [Plutarco, Mestrio]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Biografía
editor: ePubLibre
publicado: 0100-01-01T00:00:00+00:00


3 En este estado de ánimo se dirigió a su tienda y permaneció sentado en silencio, hasta que un numeroso grupo de enemigos que perseguía a los fugitivos penetró con ellos en el campamento; entonces, pronunció estas únicas palabras: «¡Conque también hasta mi campamento!», y sin decir nada más se levantó, se puso un vestido adecuado a su presente desgracia y escapó a hurtadillas. Huyeron también las demás 4 legiones, y se produjo en el campamento una gran masacre de guardianes de tiendas y sirvientes; no obstante, solo murieron seis mil soldados, según dice Asinio Polión, que combatió junto a César en aquella batalla[272]. Cuando tomaron el campamento, 5 las tropas de César comprobaron la insensatez y la vanidad de los enemigos: todas las tiendas estaban decoradas con mirto y adornadas con floridos tapices, y había mesas llenas 6 de copas y crateras rebosantes de vino; los aderezos y los adornos eran más propios de hombres que hacían sacrificios o celebraban una fiesta que de soldados que se arman para la batalla. Así marcharon los pompeyanos al combate, corrompidos por sus esperanzas y llenos de una confianza insensata.

73 Cuando hubo llegado a una pequeña distancia de su campamento, Pompeyo dejó su caballo y, como nadie lo perseguía, continuó tranquilamente su camino, acompañado por un número muy reducido de hombres y entregado a las reflexiones que es natural que se haga un hombre acostumbrado durante treinta y cuatro años a vencer y a dominar a todos sus enemigos y que ahora, por vez primera, en su vejez, prueba 2 la experiencia de la derrota y de la huida; reflexionaba sobre cómo había perdido en una sola hora la gloria y el poder que había ganado en tantos combates y guerras; él, que poco antes era escoltado por tropas, caballos y escuadras, huía ahora tan insignificante y humillado que pasaba desapercibido para los 3 enemigos que iban en su búsqueda. Después de pasar por Larisa llegó al valle de Tempe, y allí, sediento, se echó de bruces al suelo y bebió del río[273]; después, levantándose de nuevo, continuó su camino por el Tempe y descendió hacia el mar. 4 Allí descansó el resto de la noche en una cabaña de pescadores. Al amanecer, subió a bordo de una barca de río llevando consigo a cuantos hombres libres había entre sus acompañantes, y ordenó a los sirvientes que partiesen sin miedo en busca de César. Como navegaba cerca de la costa, vio que estaba a punto de zarpar un barco mercante de considerable tamaño, cuyo patrón era un romano que nunca había tenido trato con Pompeyo pero al que conocía de vista; se llamaba Peticio[274]. Resulta que este, la noche anterior, había soñado que Pompeyo, 5 no como tantas veces lo había visto, sino abatido y humillado, le dirigía la palabra. Precisamente estaba contándoles 6 este sueño a los que navegaban con él —pues de esta manera suelen entretenerse los que están ociosos—, cuando de repente 7 uno de los marineros dijo que



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